martes, 15 de noviembre de 2011

Opuestos

“Somos diferentes, pero no opuestos”. Gilles Deleuze

¿Con qué argumento iba yo a separarla de esos brazos que la abrazaban en noches de frío y de calor? Si siempre se supo que la dignidad no era importante, pero tampoco era necesario celebrar el amor fati y exaltarlo al punto de asumir, desde la fisiología, la tortura como un acto de amor. Pero ¿qué más daba? En esas ocasiones no había argumento que valiera, excusa, pretexto para explicarse ese tipo de conductas. Yo estaba enfermo y padecía de grandes dolores, ¿por qué tendría que emitir un juicio moral ante aquellos actos que ocurrían ante mis ojos? Quizá se me pueda acusar de no querer saber la verdad, pero lo que en verdad pasó iba mucho más allá de un simple cerrar los ojos, y eso es lo que el psicólogo convencional no ha sabido entender, bajo el supuesto policiaco de que la respuesta más sencilla es siempre la correcta. Dígale usted eso a un humano promedio y le hallará mil razones nada obvias sobre por qué hace lo que hace.

I
Más allá de las lecturas y los ratos de ocio y cama, lo único que podía pensar era en la naturaleza misma del engaño. Un cuerpo no engaña, siempre dice la verdad con los brazos y las piernas, con ese modo de articular las palabras y con el momento exacto de bajar o subir los ojos. Y aunque esto fuera motivo de risa, esta vez no lo era así. Mi silencio, grosería e impertinencia daban para que asumiera esas actitudes; en ese juego donde yo hago una provocación y el provocado reacciona de manera que me da gusto; con o sin darse cuenta, es lo mínimo que se puede hacer con un convaleciente, y los demás lo aceptan, siempre y cuando no se haga un uso abusivo de ese derecho. Quien lo haga resulta sometido a juicios, reuniones con muchas personas (detestables) y charlas sobre cómo mejorar las cosas. Así que simplemente las horas de jazz y juerga literaria sólo servían para pasar el tiempo, que es lo único que aprendí a hacer en los años que llevo acá; y lo confieso, perfeccioné aquella técnica en la convalecencia, pues no saben lo lento que pasan las horas en un encierro brutal donde no se puede salir de sí mismo (¿a dónde?) a no ser que sea desmoronándose en la borrachera y dejando que el prejuicio de este tipo de fatalidad que poseen los otros caiga sobre sí mismo para someterlos, con furia, a un estado de cosas superior a nuestras fuerzas. Sí, es duro, pero ya sabía que no me decían la verdad, ni ustedes ni nadie. Merecía buenos tratos y merecía poemas, incluso sonrisas, ¿no es cierto? -Los sentimientos no se quebraron, ni poquito ni mucho (nunca se quiebran) sino que se congelaron, se quedaron agazapados entre el corazón y la razón, un punto recóndito entre esas dos entidades tan distintas y por lo mismo tan complementarias que no me permitían más que detenerme ante un razonamiento sesudo y hacer otro tanto ante una fatalidad (o un enamoramiento) salido de la nada -y lo que es peor, conduciendo hacia la nada.

Fue por eso que me decidí incluso a tratarte mal a ti, mi amor. Yo sé que tú lo supiste entender y supiste hacer lo que yo quería que hicieras. ¡Quién diría que yo saldría de mi convalecencia, que prometía perenne! Ni yo me lo esperaba, de otro modo no te habría hecho sufrir en vano (porque hay ocasiones en que sufrir vale la pena). Ni me habría lastimado tanto a mí, pensando y desgastándome en hallar la manera racional y sentimental de saber que tú en el fondo me querías, que eras mía, que fuiste mía, de uno u otro modo. Y tarde comprendí que sin volverse loco asumir un razonamiento así es imposible, porque se cae indefectiblemente en pensamientos aislados de toda verdad, y se cae en charlitas de café, en entretenimientos, en sensaciones que no tienen ningún fundamento y en pensamientos que construyen dichas sensaciones con el solo ejercicio de satisfacción; es ese modo de operar que tienen los sujetos a quienes no se les presta atención e inmediatamente corren a contar sus ensoñaciones a quien tienen al lado, que por otra parte, casi siempre es un sujeto capaz de comprender y se limita a asentir con la cabeza o a hacer una observación que justifique lo dicho. ¿A quién le gusta aprender de estas cosas? Yo escribí que era muy poca la gente que en realidad quería aprender, y al parecer me tengo que dar la razón esta vez.

II
No eran tiempos de paz ni de guerra, no estábamos en la antigüedad. Pero ambos supimos que algo ocurriría. Tu postura: las cosas cambiaron. Mi postura: ¿qué hacemos con los cambios? Incluso creo que se trataba de una especie de viceversa, donde cada quien no tenía clara su posición en el teatro, si actor o palco. Por eso escribí también que todos los problemas de la vida se resolverían en el teatro, con máscaras y actuando. De hecho, ¿qué clase de teatro se considera sin ningún efecto sonoro, sin música? Eso sería una bajeza, una pobreza -y eso es algo que ni tú ni yo nos permitimos nunca y no lo vamos a hacer ahora. Pero ya que no querías irte, y yo no quería que te quedaras, solo había un camino visible. Lo único que se nos ocurría a los dos era hacer cuenta que nada había pasado, que todo fue un sueño del cual felizmente habíamos despertado. Pero en el fondo ya no había ese brillo en los ojos, ya no había esas bajas miradas y esas sonrisas tímidas que solo pueden darse en la atmósfera de dos (incluso en medio del ruido, son solo dos los que se comunican con un lenguaje que supera el humo, los tragos, las copas...). O esas cosas existían pero ya no nos estaban reservadas, ¿por qué seguir insistiendo en ello? ¿Por qué escribir sobre esto? ¿una vez más? No era necesario, pero me llamas y te contesto. ¿Otra vez?

Entonces el cuerpo se entrega a otro cuerpo, y en rigor nadie es dueño de nadie y todos son todo lo mismo (lo diverso y lo múltiple, lo Uno, el Todo), como siempre, recreándonos de distintas maneras con relación a los espacios y las formas (algo a lo que ningún arte superior supo -pudo- llegar jamás). ¿Por qué habías de poseerme a mí, yo a ti, tu a Otro, yo a todo lo demás? Esa posición es solo un recurso que se hace visible precisamente en la recreación del amor, donde él nos hace a todos, nos presenta con ojos distintos, y nos descubrimos todos con el lenguaje corporal. Pero este tipo de reflexión, ¡ay!, qué pesada es. Siempre el acto más libre de amor tendrá que ver con esa trinidad entre amor, muerte y libertad. Soy libre porque te amo; asumo mi muerte si con eso muestro que te amo. Otros hablarán de la vida, del amor como la fuente de la vida misma, esa que no hemos sabido hallar aún, ese empuje vital. Pero más allá de los términos y las discusiones, vida y muerte son la misma cosa, y se relacionan directamente con la libertad y el amor. ¿Recuerdas?, discutíamos aquella vez si era lícito el suicidio si es que acaso se quería ser libre. Por eso discutíamos tú y yo de si alguna vez dejábamos de amarnos seríamos lo suficientemente libres para no seguir por costumbre, por amaño, por ternura, por cualquier palabra que nos reemplazara el amor. Y por eso es que terminamos por negar la existencia del amor fati, porque no nacimos para eso. ¿Será que no podemos aceptar como verdad que el amor se acabe? Es allí donde entra la división, donde ambos nos traicionamos en un movimiento teleológico y donde ya ni es posible dar pasos en falso. Ahora somos iguales...¿opuestos?

lunes, 17 de octubre de 2011

Cuando...

Cuando...
Sembrando en tu jardín estaba, 
y en lugar de rosas y azucenas
sonrisas y palabras cultivaba...
Fue precisamente allí, ya saliendo,
que supe cuánto te amaba.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Fragmentos y ocasiones

"Querer no pensar en ella era seguir pensando, seguir sufriendo" Proust

"Para no romper la atadura primero tienes que morderla" Nietzsche

Tras sumergirme en las profundidades, habiendo hallado personas y situaciones poco probables -todos haciendo parte del grupo de culpables o pecadores- descubría aun más a fondo el río perenne de la vida; ese río que lava y corre sin parar, acaso a ellos redime y a mí me sublima. Allí, sumergido en el interior, en lo más hondo de la vida, ya no pude hallarte. Y eso me hizo saber que te quería, por lo que no volví para buscarte.

La vida me elige y yo no quiero negarme.
Toca la puerta, pero para ella
mi puerta siempre estará
de par en par.

Ni demando ni exijo; ya no suspiro
por el ayer; ni sueño demasiado profundo.
Otra vez -y sin quererlo...o casi- el
viento que sopla me eleva. Y voy por encima de mí.

Con estos pensamientos he vagado por el mundo sin poder si quiera echar un vistazo. En ocasiones vuelvo, niño y arrepentido a ese flujo secreto que impulsa los movimientos. Tales pensamientos van conmigo y yo los cuestiono: ¿a dónde va la filosofía? - Entonces he chocado de frente con el hombre práctico y su única y eterna pregunta. No le he contestado por egoísmo (¡nunca entienden nada!) y por algún refinado sentimiento de voluptuosidad. Luego oigo bien -sin que sea demasiado- y noto que no ha continuado cuestionando. Sonríe. No me hará daño...

Al final, hasta la altura hastía. Es necesario, a veces, regocijarse en los charcos, por orgullo, por voluntad, por pereza. No hay que andar discutiendo muy a fondo; mas si las palabras menguan, aun podemos bañarnos otra vez. Lo que sea por no injuriar, maldecir, ni atacar con violencia. Nosotros, todos, queremos poseer (algunos siendo poseídos -así ejercen fuerza-).

¿Quién sabe lo que hay que hacer? Otro pensaría la respuesta, pero los más ya han respondido la pregunta. Nada se me esconde, pero ¿no hay nada más allá? -No me respondan.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Para leer sonriendo

"Comienza tu día con una sonrisa,
y verás lo divertido que es ir por ahí
desentonando con todo el mundo" Mafalda


Saludo. Te saludo. Sonreímos,
y decimos cosas; palabras de
palabras, que van a un destino
fiel: el corazón. Nos decimos
cosas bonitas, para sonar alegres
y ver la vida de manera
vitalista. Para creer que es posible ser
todo y ser nada; ir solo o
con alguien pero contentos por
simplemente ir. De la
mano de la vida, caminando
por ahí: empuñando kena y zampoña
y echando mano de besos y abrazos
al tiempo que se tiene un mundo
sin mentiras o engaños; ese mundo
que algún día será también de más
de dos.


Septiembre 1.

domingo, 15 de mayo de 2011

Fragmentos y ocasiones (segunda parte)

(Liminar)

Cómo empezar a escribir esto que ya está escrito y que veo y percibo pero no sé cómo expresar, es quizá la pregunta que se me antoja más difícil y más frecuente para empezar cualquier cosa. Porque la idea ya estaba allí, el baile, la canción, el beso, la despedida, el libro, el poema; y todas estas cosas sólo deben decirse de modo correcto. Un buen escritor se enfrenta todos los días a esta pregunta, y aunque no pretendo hacer crítica ni mucho menos (no podría; siempre quiero decir una cosa y me sale otra) sí pretendo expresar una idea. Lo intentaré.

I

Te vi mientras bailabas y yo no podía seguirte;
te pensé en los momentos en que vi que la muerte
no era ningún motivo de tristeza.
¡Ay!, cómo te pensaba por aquellos días, cuando
era sólo un hombre enfermo. Y qué pesada y
trascendental (en una palabra, romántica) era mi
escritura y mis pensamientos. Aunque no pienso
que haya que negar todo lo anterior -me conoces-
y sabes que algo admiro yo: lo profundo.

II

ya te vi mucho y si me fui tanto
hacia atrás era sólo porque estaba tomando
impulso. Sin oponernos
a nosotros mismos y sin
establecer barreras de defensa, ambos sabemos
que para decir algo hay que estar feliz, porque sino
lo único que se consigue es lastimar o una palmadita
lastimera en la espalda. Y lo que ambos queremos es
la fuerza, ¿verdad? Por eso es que no te hago la guerra,
ni me la hago a mí:
la hago contra las cosas bien dichas.
¿Vas a escribir? Lleva contigo la fuerza, la vida -los pensamientos
déjalos en tu casa-; no lleves un esfero, y no escribas nunca
triste: dirás sólo cosas enfermas y dañinas.

III

Te miro a la cara y te sonrío, como hacen los viejos amigos; te digo cuanto me viene a la mente (incluyendo todos los te quiero que te guardé para tu regreso, ese que nunca se dio) y sé que ahora sí todo estará bien: y tú vuelas y yo te veo desde la tierra, total, ¿para qué nos vamos a intercalar? Hablemos desde la vida y no desde la muerte; ya no estoy cansado y sólo pienso en decir las cosas cuando sea el tiempo. Me guardo. Te ocultas. ¿A qué jugamos? -A ser felices, a eso.

lunes, 18 de abril de 2011

Te quiero en broma

enamorarse no vale la pena...vale la alegría

Te quiero en broma: en serio, no puedo.
¿cómo quererte en serio?
¿como mostrar mi afecto
sin una sonrisa, sin una caricia?

Te quiero en broma porque puedo reír
y al mismo tiempo, verte feliz.
-Quererte en serio sería molesto;
me privaría de tus besos-.

Te quiero en broma, y en broma
tengo pretextos, para hacer de
idiota y seguirte queriendo.

El papel de tonto, la torpeza completa
mientras te veo con rostro seco;
por eso te quiero en broma,
porque en serio sería molesto
-y además no sé hacerlo-.

Soy serio, muy serio, pero no cuando
te quiero. Por eso lo digo y lo
repito (en voz baja y en susurros):
¿te quiero en serio?
en broma te quiero.

domingo, 20 de marzo de 2011

La fuente

Dedicatoria:

De tantas veces que el amor se ha trasnparentado y desdibujado de distintas maneras siempre queda un rezago, que produce, a su vez, un abatimiento y un desencanto, o un encantamiento y una magia propias de un soñador enamorado. Amar la vida y decirle sí es lo que hace un romántico en la más amplia acepción del término; amar y ser amado, sonreír, soñar, burlarse y seguir andando es quizá el punto más elevado de la cuestión y de toda filosofía. Las contradicciones se convierten en caminos, y los presentimientos se vuelven sueños que, a su vez, iluminan el cielo personal de cada quien. Por estas y por otras razones mucho más personales (¿qué podría ser más personal?) dedico esto...a ti.



"No faltaban puentes y calles por donde correr" Cortázar.

I
Fue en una fiesta donde nos perdimos el uno al otro; superado el desencanto había ya espacio para la imaginación y el presentimiento de que algo nuevo y profundamente sobrecogedor –en uno y en otro sentido al mismo tiempo– venía para cada uno de nosotros. Fue aquella noche –sé que no la has olvidado– que ambos nos fuimos por nuestro lado, sin atender a otra cosa que no fuera –lo único que aún me queda– la intuición de andar haciendo lo correcto. Y no nos quedaba nada más; para aquel entonces una furtiva cogida de manos era el universo y las estrellas las dibujábamos en noches blancas con tus colores y mis palabras...Fue así como supe lo que era una creación.

Ahora los días son más pesados y ligeros; más dulces y amargos: igual que siempre, nada ha cambiado y nosotros ya no somos los mismos. Reconocer esos cambios no fue nuestra tarea ni nuestro destino; en tu caso fue la búsqueda de la quietud; en el mío un aprendizaje de ritmos. En esos nuevos bailes me perdí durante un tiempo, mientras te seguía en mis pensamientos; tú estabas al tanto y mirabas para otros lados: una buena decisión.

...Después te caíste y quise recogerte aunque no era mi tarea. Te paraste a regañadientes, como un niño que patalea porque sabe que tarde o temprano va a pararse, obedeciendo a una absurda lógica general. Nuestra rebeldía no duró demasiado. Sabíamos de antemano que pesa atener los caminos abiertos, tuvimos desde el principio los corazones cerrados.

II
En alguna oportunidad pensé en reemplazar todo por algo nuevo, por la necesidad de innovar; eso me condujo una vez a ti, bien podía sacarme. Y mis amigos, nuestros amigos: testigos silenciosos del hecho incontestable de dos amantes que podían llegar a odiarse. AL final obedecimos y hubo la distancia necesaria para recoger lo que quedaba, limpiar el terreno y recomenzar aquello que no inició jamás. Quizá me diste agua de beber y, ahora –bien lo sé– muy pronto, te veré llegar en mi hora favorita del día: el amanecer. No obstante, nunca nos lamentaremos por nada, porque en la calle supimos que estábamos alejados y que nos acercaríamos…; supimos –y ahora ya lo veo claro– que lo único que estábamos haciendo era esperar: tú a mí; yo a despertar para poder soñar en realidad.