domingo, 8 de septiembre de 2013

Almas muertas - Nicolai Gogol

Esta es una de las piezas de literatura más maravillosas que se hayan escrito. Y no es casual que se hayan escrito en Rusia, el país que tiene una tradición literaria bastante amplia, compleja y rica. 

Existe una cierta tentación en juzgar la novela del escritor ruso Gogol desde el punto de vista burocrático, lo cual no estaría mal. De hecho, podría decirse que es una de las lecturas más apropiadas en tanto que, según la navaja de Ockham, la hipótesis con menos suposiciones es la correcta, y eso es lo que ofrece esta lectura; por otra parte, dan ganas de interpretar el texto así porque precisamente Gogol se negó a que se le diera esa interpretación a su obra y renegó de ella. Hay una anécdota al respecto que dice que Belinsky acusó a Gogol de cambiar ideológicamente y de alguna manera de defender el stablishment (establecimiento) político de la Rusia zarista corrupta, fraudulenta y quebrada por dentro. 

En fin, obviando estas condiciones, la novela de Gogol se inserta en el ámbito de una Rusia enmarcada en la corrupción y un embrionario clientelismo, donde las personas con cargos públicos eran los que tenían acceso a beneficios, lo mismo que personas con tierras y con "almas". De hecho, el espíritu de la época se ve claramente reflejado en sus escritores; incluso Dostoievski pelearía también, a su manera, contra el estamento militar, quejándose de la mediocridad del pueblo ruso y el deseo de hacer una carrera de veinte años, para luego adquirir algún tipo de pensión.

Gogol nos cuenta la historia de Chichikov, un hombre misterioso que llega a una aldea, se hace amigo de los hombres importantes de ésta y secretamente empieza a adquirir "almas", lo que quiere decir, que hace pasar por suyos, aquellos sirvientes de otras personas que hayan muerto. Al parecer, el gobierno zarista cobraba un dinero a los terratenientes por cada empleado que tuvieran. Los terratenientes debían hacer un censo cada cierto tiempo, y el dinero que pagaban al gobierno se mantenía hasta que un censor llegaba y confirmaba que el terrateniente tenía más o menos empleados, dando de baja a aquellos que estaban muertos. El problema es que podía pasar mucho tiempo entre un censo y otro, y los terratenientes igual tenían que pagar por éstos, por lo que Chichikov fácilmente hizo negocio ofreciendo comprar dichos 'muertos' a precios muy bajos, quitándole la carga a los terratenientes.

¿Entonces cuál es la ventaja para Chichikov? Aparentemente ninguna, y es lo que nos cuenta Gogol a lo largo de su libro. Chichikov, un hombre maduro, está intentando hacer negocios, conseguir una mujer, tener hijos y vivir en una hacienda. Estas son las pistas que tiene el lector para intentar descubrir las verdaderas intenciones de este personaje, que parece demasiado amable para ser verdad. Ahora bien, por la pelea con Belinsky anteriormente mencionada, Gogol renegó de su libro y la segunda parte que había escrito la quemó, reemplazándola por los fragmentos que quedaron de la quema. Al parecer, hacia el final de su vida Gogol experimentó un cambio espiritual que lo hizo renegar de su anterior visión de la vida, y por tanto renegar de una pesadilla burocrática y corrupta como era la Rusia del siglo XIX no parecía tan importante como la búsqueda de Dios. Desde luego, esto es solo una suposición, y no debe interpretarse como algo diferente.

En suma, este libro nos cuenta un poco de una Rusia que se estaba agotando de ser imperial, de un ambiente en el que el tamaño del país hacía imposible cualquier administración expedita y que no pasara por los siempre problemáticos e incómodos asuntos de corrupción en la agenda pública. Yo estoy obviando muchas cosas de este libro, porque suelo arruinar las sorpresas, es decir, suelo ser 'spoiler'. Así que si alguien busca un buen libro que tenga componentes históricos, con licencias literarias, esta es una buena opción.

Todos los nombres - José Saramago

El libro del escritor portugués José Saramago, Todos los nombres, es un gran libro que vale la pena leer; se presta para muchas interpretaciones, y en un ejercicio de retomar una actividad, hago mi propia interpretación. 


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Más allá de la pesadilla burocrática que cuenta la historia de don José, Todos los nombres nos cuenta una historia de amor, sumida en la práctica de lo imposible, consumándose en el recuerdo. De alguna manera, José Saramago pretende mostrarnos que muchas veces las cosas que desde la razón no tienen sentido o importancia terminan siendo las más importantes, si las sabemos mirar. Por tanto, una de las cosas que llama la atención que los que tienen nombres son las personas, y no los funcionarios, lo mismo que la ciudad, donde todo se llama con nombres genéricos como "cementerio", "registraduria municipal", "escuela" y similares. ¿Qué es lo esencial cuando se nombra algo?, parece ser la pregunta obligada que le plantea Saramago al lector. 

El Señor José, y la mujer desconocida, conforman un prototipo moderno: no sé por qué voy a hacer esto pero es lo que haré. Últimamente, en este mundo posmoderno, parecemos chiquillos, dando tumbos, caminando y tropezándonos una y otra vez, queriendo cosas que no hemos visto, e imaginando. El Señor José se imagina una y otra vez cómo sería aquella mujer desconocida. Y es necesario que lo haga, a pesar de que pueda verla en fotos, a pesar de que casi pueda estar en su cuarto, él está separado de ella por la pesadilla burocrática. Saber cuándo nació, cuando murió, y con quién se casó no le dicen nada de ella. Lo que le diría algo es un imposible: el tono de su voz, la viveza, su piel, sus ojos, todas esas son cosas que no se traducen en un documento, y no alcanzan a quedar registradas en la foto. Al menos no cuando se está enamorado.

En este libro, el escritor portugués explora una idea de romanticismo que nos aproxima a la incomprensión de este mundo posmoderno. Quebrar la barrera entre los vivos y los muertos parece ser el intento de quebrar la última barrera que no hemos podido cruzar; y para hacerlo, Saramago ofrece dos vías: o nos decidimos a juntar todos los documentos de vivos y muertos en una sola edificación, o nos decidimos a amar sin compromisos o ataduras de ninguna clase, solo por la voluntad de amar, sin buscarle razones ni motivos, sin sopesar actitudes, ni esperar nada a cambio.