domingo, 8 de septiembre de 2013

Todos los nombres - José Saramago

El libro del escritor portugués José Saramago, Todos los nombres, es un gran libro que vale la pena leer; se presta para muchas interpretaciones, y en un ejercicio de retomar una actividad, hago mi propia interpretación. 


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Más allá de la pesadilla burocrática que cuenta la historia de don José, Todos los nombres nos cuenta una historia de amor, sumida en la práctica de lo imposible, consumándose en el recuerdo. De alguna manera, José Saramago pretende mostrarnos que muchas veces las cosas que desde la razón no tienen sentido o importancia terminan siendo las más importantes, si las sabemos mirar. Por tanto, una de las cosas que llama la atención que los que tienen nombres son las personas, y no los funcionarios, lo mismo que la ciudad, donde todo se llama con nombres genéricos como "cementerio", "registraduria municipal", "escuela" y similares. ¿Qué es lo esencial cuando se nombra algo?, parece ser la pregunta obligada que le plantea Saramago al lector. 

El Señor José, y la mujer desconocida, conforman un prototipo moderno: no sé por qué voy a hacer esto pero es lo que haré. Últimamente, en este mundo posmoderno, parecemos chiquillos, dando tumbos, caminando y tropezándonos una y otra vez, queriendo cosas que no hemos visto, e imaginando. El Señor José se imagina una y otra vez cómo sería aquella mujer desconocida. Y es necesario que lo haga, a pesar de que pueda verla en fotos, a pesar de que casi pueda estar en su cuarto, él está separado de ella por la pesadilla burocrática. Saber cuándo nació, cuando murió, y con quién se casó no le dicen nada de ella. Lo que le diría algo es un imposible: el tono de su voz, la viveza, su piel, sus ojos, todas esas son cosas que no se traducen en un documento, y no alcanzan a quedar registradas en la foto. Al menos no cuando se está enamorado.

En este libro, el escritor portugués explora una idea de romanticismo que nos aproxima a la incomprensión de este mundo posmoderno. Quebrar la barrera entre los vivos y los muertos parece ser el intento de quebrar la última barrera que no hemos podido cruzar; y para hacerlo, Saramago ofrece dos vías: o nos decidimos a juntar todos los documentos de vivos y muertos en una sola edificación, o nos decidimos a amar sin compromisos o ataduras de ninguna clase, solo por la voluntad de amar, sin buscarle razones ni motivos, sin sopesar actitudes, ni esperar nada a cambio. 

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