sábado, 24 de septiembre de 2011

Fragmentos y ocasiones

"Querer no pensar en ella era seguir pensando, seguir sufriendo" Proust

"Para no romper la atadura primero tienes que morderla" Nietzsche

Tras sumergirme en las profundidades, habiendo hallado personas y situaciones poco probables -todos haciendo parte del grupo de culpables o pecadores- descubría aun más a fondo el río perenne de la vida; ese río que lava y corre sin parar, acaso a ellos redime y a mí me sublima. Allí, sumergido en el interior, en lo más hondo de la vida, ya no pude hallarte. Y eso me hizo saber que te quería, por lo que no volví para buscarte.

La vida me elige y yo no quiero negarme.
Toca la puerta, pero para ella
mi puerta siempre estará
de par en par.

Ni demando ni exijo; ya no suspiro
por el ayer; ni sueño demasiado profundo.
Otra vez -y sin quererlo...o casi- el
viento que sopla me eleva. Y voy por encima de mí.

Con estos pensamientos he vagado por el mundo sin poder si quiera echar un vistazo. En ocasiones vuelvo, niño y arrepentido a ese flujo secreto que impulsa los movimientos. Tales pensamientos van conmigo y yo los cuestiono: ¿a dónde va la filosofía? - Entonces he chocado de frente con el hombre práctico y su única y eterna pregunta. No le he contestado por egoísmo (¡nunca entienden nada!) y por algún refinado sentimiento de voluptuosidad. Luego oigo bien -sin que sea demasiado- y noto que no ha continuado cuestionando. Sonríe. No me hará daño...

Al final, hasta la altura hastía. Es necesario, a veces, regocijarse en los charcos, por orgullo, por voluntad, por pereza. No hay que andar discutiendo muy a fondo; mas si las palabras menguan, aun podemos bañarnos otra vez. Lo que sea por no injuriar, maldecir, ni atacar con violencia. Nosotros, todos, queremos poseer (algunos siendo poseídos -así ejercen fuerza-).

¿Quién sabe lo que hay que hacer? Otro pensaría la respuesta, pero los más ya han respondido la pregunta. Nada se me esconde, pero ¿no hay nada más allá? -No me respondan.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Para leer sonriendo

"Comienza tu día con una sonrisa,
y verás lo divertido que es ir por ahí
desentonando con todo el mundo" Mafalda


Saludo. Te saludo. Sonreímos,
y decimos cosas; palabras de
palabras, que van a un destino
fiel: el corazón. Nos decimos
cosas bonitas, para sonar alegres
y ver la vida de manera
vitalista. Para creer que es posible ser
todo y ser nada; ir solo o
con alguien pero contentos por
simplemente ir. De la
mano de la vida, caminando
por ahí: empuñando kena y zampoña
y echando mano de besos y abrazos
al tiempo que se tiene un mundo
sin mentiras o engaños; ese mundo
que algún día será también de más
de dos.


Septiembre 1.

domingo, 15 de mayo de 2011

Fragmentos y ocasiones (segunda parte)

(Liminar)

Cómo empezar a escribir esto que ya está escrito y que veo y percibo pero no sé cómo expresar, es quizá la pregunta que se me antoja más difícil y más frecuente para empezar cualquier cosa. Porque la idea ya estaba allí, el baile, la canción, el beso, la despedida, el libro, el poema; y todas estas cosas sólo deben decirse de modo correcto. Un buen escritor se enfrenta todos los días a esta pregunta, y aunque no pretendo hacer crítica ni mucho menos (no podría; siempre quiero decir una cosa y me sale otra) sí pretendo expresar una idea. Lo intentaré.

I

Te vi mientras bailabas y yo no podía seguirte;
te pensé en los momentos en que vi que la muerte
no era ningún motivo de tristeza.
¡Ay!, cómo te pensaba por aquellos días, cuando
era sólo un hombre enfermo. Y qué pesada y
trascendental (en una palabra, romántica) era mi
escritura y mis pensamientos. Aunque no pienso
que haya que negar todo lo anterior -me conoces-
y sabes que algo admiro yo: lo profundo.

II

ya te vi mucho y si me fui tanto
hacia atrás era sólo porque estaba tomando
impulso. Sin oponernos
a nosotros mismos y sin
establecer barreras de defensa, ambos sabemos
que para decir algo hay que estar feliz, porque sino
lo único que se consigue es lastimar o una palmadita
lastimera en la espalda. Y lo que ambos queremos es
la fuerza, ¿verdad? Por eso es que no te hago la guerra,
ni me la hago a mí:
la hago contra las cosas bien dichas.
¿Vas a escribir? Lleva contigo la fuerza, la vida -los pensamientos
déjalos en tu casa-; no lleves un esfero, y no escribas nunca
triste: dirás sólo cosas enfermas y dañinas.

III

Te miro a la cara y te sonrío, como hacen los viejos amigos; te digo cuanto me viene a la mente (incluyendo todos los te quiero que te guardé para tu regreso, ese que nunca se dio) y sé que ahora sí todo estará bien: y tú vuelas y yo te veo desde la tierra, total, ¿para qué nos vamos a intercalar? Hablemos desde la vida y no desde la muerte; ya no estoy cansado y sólo pienso en decir las cosas cuando sea el tiempo. Me guardo. Te ocultas. ¿A qué jugamos? -A ser felices, a eso.

lunes, 18 de abril de 2011

Te quiero en broma

enamorarse no vale la pena...vale la alegría

Te quiero en broma: en serio, no puedo.
¿cómo quererte en serio?
¿como mostrar mi afecto
sin una sonrisa, sin una caricia?

Te quiero en broma porque puedo reír
y al mismo tiempo, verte feliz.
-Quererte en serio sería molesto;
me privaría de tus besos-.

Te quiero en broma, y en broma
tengo pretextos, para hacer de
idiota y seguirte queriendo.

El papel de tonto, la torpeza completa
mientras te veo con rostro seco;
por eso te quiero en broma,
porque en serio sería molesto
-y además no sé hacerlo-.

Soy serio, muy serio, pero no cuando
te quiero. Por eso lo digo y lo
repito (en voz baja y en susurros):
¿te quiero en serio?
en broma te quiero.

domingo, 20 de marzo de 2011

La fuente

Dedicatoria:

De tantas veces que el amor se ha trasnparentado y desdibujado de distintas maneras siempre queda un rezago, que produce, a su vez, un abatimiento y un desencanto, o un encantamiento y una magia propias de un soñador enamorado. Amar la vida y decirle sí es lo que hace un romántico en la más amplia acepción del término; amar y ser amado, sonreír, soñar, burlarse y seguir andando es quizá el punto más elevado de la cuestión y de toda filosofía. Las contradicciones se convierten en caminos, y los presentimientos se vuelven sueños que, a su vez, iluminan el cielo personal de cada quien. Por estas y por otras razones mucho más personales (¿qué podría ser más personal?) dedico esto...a ti.



"No faltaban puentes y calles por donde correr" Cortázar.

I
Fue en una fiesta donde nos perdimos el uno al otro; superado el desencanto había ya espacio para la imaginación y el presentimiento de que algo nuevo y profundamente sobrecogedor –en uno y en otro sentido al mismo tiempo– venía para cada uno de nosotros. Fue aquella noche –sé que no la has olvidado– que ambos nos fuimos por nuestro lado, sin atender a otra cosa que no fuera –lo único que aún me queda– la intuición de andar haciendo lo correcto. Y no nos quedaba nada más; para aquel entonces una furtiva cogida de manos era el universo y las estrellas las dibujábamos en noches blancas con tus colores y mis palabras...Fue así como supe lo que era una creación.

Ahora los días son más pesados y ligeros; más dulces y amargos: igual que siempre, nada ha cambiado y nosotros ya no somos los mismos. Reconocer esos cambios no fue nuestra tarea ni nuestro destino; en tu caso fue la búsqueda de la quietud; en el mío un aprendizaje de ritmos. En esos nuevos bailes me perdí durante un tiempo, mientras te seguía en mis pensamientos; tú estabas al tanto y mirabas para otros lados: una buena decisión.

...Después te caíste y quise recogerte aunque no era mi tarea. Te paraste a regañadientes, como un niño que patalea porque sabe que tarde o temprano va a pararse, obedeciendo a una absurda lógica general. Nuestra rebeldía no duró demasiado. Sabíamos de antemano que pesa atener los caminos abiertos, tuvimos desde el principio los corazones cerrados.

II
En alguna oportunidad pensé en reemplazar todo por algo nuevo, por la necesidad de innovar; eso me condujo una vez a ti, bien podía sacarme. Y mis amigos, nuestros amigos: testigos silenciosos del hecho incontestable de dos amantes que podían llegar a odiarse. AL final obedecimos y hubo la distancia necesaria para recoger lo que quedaba, limpiar el terreno y recomenzar aquello que no inició jamás. Quizá me diste agua de beber y, ahora –bien lo sé– muy pronto, te veré llegar en mi hora favorita del día: el amanecer. No obstante, nunca nos lamentaremos por nada, porque en la calle supimos que estábamos alejados y que nos acercaríamos…; supimos –y ahora ya lo veo claro– que lo único que estábamos haciendo era esperar: tú a mí; yo a despertar para poder soñar en realidad.

domingo, 26 de diciembre de 2010

La ventana a la calle

(Llueve).
Fuerte cae el agua, y tú y yo vamos caminando. No quería mojarme, pero no me importa nada siempre y cuando esté contigo. Nos miramos y vamos distraidos mirando a los demás correr. Nuestro paso es totalmente distinto. No tenemos afán alguno como para salir corriendo; no tenemos adonde ir más que el uno hacia el otro. ¿Dónde vamos a refugiarnos? No lo necesitamos. Tampoco necesitamos estas tristezas que a veces nos invaden, esos recuerdos que pesan y esos dolores a los que nos hemos apegado de cuando en cuando. Mientras vayamos uno al lado del otro, mirándonos, tomados de la mano, no necesitamos esos artificios de la mente.

Sin embargo la belleza, la naturaleza y en general todo lo sublime gusta de escaparse. Tú te me has escapado, y lo que ayer hacíamos tú y yo hoy lo haces con alguien más. Está bien. No me importa. La compañía por la compañía es inútil; el arte por el arte también lo es; sin embargo el arte es sublime, la compañía, no. Por eso está bien. No quiero tomar a alguien de la mano solo por sentirme con alguien, eso sería devastador.

Estoy en mi ventana, mi ventana que da a la calle. Te veo pasar, veo a los demás pasar. A veces los envidio a ambos, a todos, y a veces no envidio a nadie. Pero cuando te veo pasar y veo que ya no piensas en mí, me decido a mirar más fijamente la calle mientras llueve; todos se transforman con la lluvia y la soledad. No los culpo, nadie lo hace. Solo sigo mirando, solo, desde mi ventana. Miro hacia adentro y no hay nada que me interese: la habitación está generalmente vacía así que vuelvo y miro. Todos van riendo y hablando. Cuando llueve aprietan el paso. Muy pocas veces va alguien llorando; muy pocas veces la cita con la tristeza se da entre los demás para que lo vean. ¡Es inmoral!, ¡es falto de gusto! No puedes mostrarte débil. Por eso ríes y tomas de la mano a alguien más. (Sigue estando bien).

Un día me atreví a salir solo. Fue una proeza. Me mezclé con la gente y pasé desapercibido. Me paré en una esquina y miré las actuaciones de los demás. De cuando en cuando se me acercó alguien a preguntarme qué hacía ahí tan solito, si no quería divertirme. Le expliqué detenidamente cuál era mi concepto de diversión y se retiró con ira, pero riendo. "Es un estúpido", pensó. Le di la razón. Me decidí a mezclarme con la gente más, en un sitio cerrado. Bailes y risas y copas, choques de manos, humo, viento, rabia, amistad, amor, deseo. Todo ello era lo que yo necesitaba y me lo ofrecieron sin pedirme dinero. Pero después, salí y había borrasca. Nadie en las calles. Y no estuviste para verme feliz, después que tantas veces lo has deseado atribuyendo esa felicidad a un mérito: "mereces ser feliz". ¿Será cierto? ¿será lícito construir la felicidad? ¿será que estamos hechos para resignificar cada instante pasado y volverlo feliz de uno u otro modo?

Volví a mi habitación a seguir mirando a los demás. Ese fatal día que te vi pasar yo no sentí rabia. Más bien me dio miedo que me vieras. No quería mostrarme muy feliz al punto que no creyeras que lo estaba y verme patético; tampoco quería verme muy triste para no caer en el mismo patetismo. Lo mejor es que no me vuelvas a ver nunca. Tenía tanto miedo de caer. Tenía tanto miedo de enojarme porque fueras feliz sin mí. Mejor te olvido y me alejo de la ventana; mejor me mezclo y me retiro a la playa, a un sitio sin ventanas. No quiero verte más. No quiero pensar más en ti. Me es indiferente que seas feliz. Yo no lo sé. Me explico y me doy argumetos suficientes para que no piense en ti, para que cada que lo haga piense en un pensamiento que trata de acordarse de ti y yo no se lo permito. Tengo razones de sobra para hacerlo y me alejo. Tomo distancia de tus movimientos. ¡Tú no me recuerdas! Eso es doloroso porque yo no sé hacer algo diferente a ello. A fin de cuentas, amo revivir el recuerdo que hice de ti. A fin de cuentas, yo no tengo más pasado y más presente que aquello que viví. ¿Y para qué? No leerás esta carta, como tampoco leerás en mis ojos que yo ya no siento nada. Me es totalmente indiferente. Ojalá seas feliz, pero yo tampoco estaré ahí para saberlo y para brindar contigo y sin ti por ese hecho. He deseado que llores lo que he llorado. He deseado que pases esos males, pero encuentro que eso no es útil y últimamente no me importa. Lo que sí deseo, lo que de verdad quiero para ti, es que te acerques a la ventana desde la que te vi, que mires el mundo desde una ventana. Que mires cuando llueve sin mezclarte con la lluvia; que sientas y valores los pensamientos de un hombre que ya no te habla y ya no te piensa y al que tú ya no recuerdas. Yo abandono mi ventana: mi lugar en el teatro está en otro lugar, mi lugar para la vida es otro distinto a este: voy a buscarlo. Me marcho. Lo encontraré y moriré con una sonrisa. Es hora de cerrar las cortinas.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Cuando pienso en ti...

Cuando pienso en ti...me alegro.
Sonrío y soy capaz de cantar;
tomo la guitarra, abrazo la pluma
(tú impulsas sus movimientos.)

Cuando pienso en ti casi,
casi soy feliz.
Me acuerdo de lo que decías,
recuerdo que me querías.

Pero sobretodo, me alegro
cuando pienso en ti,
porque tengo el tiempo
para sorprenderme invocándote.

(Tengo las cuentas claras:
son siete primaveras -con sus veranos-
los días que llevo sin verte;
y, de esos días largos
sé que han sido -los tengo anotados-
ciento cuarenta y cinco los que no te he pensado;
me lo digo a cada rato:
"hoy no pensé en ti". Por las noches,
lo digo y lo repito, para creérmelo.)

Me sorprendo pensando en ti
y me alegro:
me doy cuenta que ya no es
mucho el tiempo que invierto pensando en ti