miércoles, 22 de agosto de 2012

Comentarios sobre Midnight in paris


No pretendo hacer crítica de cine. No porque no me sienta capaz, sino porque siempre he detestado a los que hacen crítica sin hacer el ejercicio mismo de creación. No, haré otra cosa. Al mejor estilo de Dostoievski y sus memorias del subsuelo yo también entro retando al ruedo retando a duelo. Con la dureza de la palabra y la seguridad de no tener nada qué perder, así se va por la vida muchas veces. Ya sabes, a veces ganas y pierdes y no tiene importancia. Pero sabíamos que las cosas terminarían de uno u otro modo, te lo dije varias veces, y en la película Woody Allen lo expresa, así que yo expresaré mi propia opinión.

Para empezar creo que el problema centra de la película es una preocupación que siempre ha inquietado a su director y es la posibilidad de empezar una nueva vida sin amarrarse al pasado, sin vivir por y desde él. En Midnight se cuenta la historia de un hombre que gusta de las reliquias y adora Paris en la medida en que allí vivieron los grandes artistas de muchos tiempos, siendo la ciudad par excelence del amour. El tipo es un escritor, uno de esos que abundan, uno que sabe escribir tan bien que se da el lujo de vivir de ello -esto es, escribir guiones para cine industria-. Decide abandonar esa vida por emprender la búsqueda de la literatura, una búsqueda que él mismo reconoce tardía pero que debe hacer. Su mujer, no muy de acuerdo lo apoya solo a medias, insistiendo en que si la novela fracasa deberán volver a hollywood, donde según ella, "los estudios lo adoran".

Creo que el problema central no tiene que ver con encontrarse a Hemingway y conocer su ruda personalidad, acto este motivado por un afán de vivir en un imposible, en un recuerdo que se presenta tantas veces como se desea pero que cada vez es menos claro y se hace más y más lejano. Tampoco el problema es si los críticos de arte perdieron el tiempo interpretando las obras de Picasso e inventando toda clase de teorías para explicar un cuadro que fue motivado por la voluptuosidad de una de sus mujeres. Es más, me atrevo a decir que el problema no es ni siquiera la tarea del artista (expresada en la frase "la tarea del artista no es sucumbir ante la desesperación sino encontrar un antídoto frente al vacío de la existencia") en el mundo y sus intenciones, tampoco es voluntad. El problema es iniciar una nueva vida. ¿Hasta dónde tenemos esa posibilidad? Al protagonista se le presenta la oportunidad de encontrarse con ese pasado que tanto desea, para al final descubrir que la persona que conoce allá no se siente la gran cosa y termina por querer ir aun más atrás, a la belle epoqué. Como si importara, discuten y argumentan cuál época fue mejor. Woody Allen muestra un concepto que ya había expresado Hans Gadamer (al menos es al que recuerdo, pero en toda la historia de la filosofía seguro que alguien más ya lo habrá dicho) y es que en el arte no hay tiempo, en la medida en que no es posible pensar que sea mejor Shakespeare que Dante salvo por el gusto personal. En esa medida, la película centra la problemática en el nuevo comienzo. Si recuerdan, inicia con un viaje que implica toda una salida del statu quo en que viven el escritor y su prometida -en una relación que termina pero da comienzo a algo más en la escena final del caminar bajo la lluvia parisiene-.

En cualquier caso lo que se piensa a primera vista es que Allen propone que no se quiera vivir en el pasado, pero yo no estoy de acuerdo. La tienda de recuerdos queda en el imaginario del espectador a través de la chica de la escena final, Gabrielle creo que se llama el personaje, una chica que se hace amiga del escritor por su afición a las cosas antiguas. Allen no está condenando ese gusto por los antiguos, lo que condena es que se caiga en la derrota de la imposibilidad de ese regreso, imposibilidad que se refleja cuando el escritor no quiere ir a la belle epoqué, porqueya no le interesa. El pasado puede perdernos, más si no sabemos de qué lugar exactamente venimos. Y terminamos añorando nostálgicamente cuestiones que ni siquiera habríamos podido comprender (sucede mucho en las áreas del conocimiento afines a las humanidades y las tradiciones).

Tampoco se propone un olvido total del pasado -cosa también risible- porque es un absurdo. En eternal sunshine of the spotless mind el asunto no es borrar los recuerdos porque sí, es darle a las personas la oportunidad de borrar aquello que no las deja iniciar otra vez y seguir el viaje. Todo esto por una sola razón: hay un momento de la vida en que creemos que se ha terminado, y podemos decidirlo. Sin embargo ese momento solo se da plenamente cuando ya no hay consciencia, bien sea porque se tomó la decisión, bien porque no alcanzamos a hacerlo pero sucedió. En cualquier caso, el viaje sigue. La vida y la fuerza son la misma cosa, un impulso, un flujo, un viaje hacia ninguna parte que nos conduce, o que nosotros caminamos, buscando quizá las huellas del pasado o...buscando algo que no queremos encontrar. O mejor aun: buscando una proyección. Y es en esa proyección donde las paralelas se juntan: en el infinito.

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