sábado, 28 de julio de 2012

Quédate.


Ha pasado tiempo, ¿verdad? Sí, lo sé. ¿Lo recuerdas? Aun éramos jóvenes. Aun discutíamos por las nimiedades de la vida, sin saber disfrutarnos el uno del otro. Pero no era la edad. Era que no nos queríamos. Y yo siempre amé no tenerte, siempre amé que no me dijeras ni que supieras de mí. Amé la imposibilidad que llevaba tu nombre. Hasta ahora.

Creo que te lo puedo decir sin temer a que sientas el peso del compromiso: te amo y soy ligero. No como una pluma, sino como alguien que se despide de la vida enamorado: ¿qué importa? Hoy, ahora, eres mía. Ahora te tengo y no eres un sueño soñado. Ahora que te miro sabes que me brillan los ojos de solo oír tu nombre. Lo repito día a día al levantarme y al cenar. Sí, eres mía. Sé que te irás. Deberás volver a casa, pero hoy, querida, quédate conmigo. No vayas a prometer nada (no te sale bien) que yo tampoco lo haré. 

Quédate esta noche tan si quiera, que luego, mañana, te dejaré ir, como lo he venido haciendo todo este tiempo. Y cuando me preguntes ¿y luego? ¿y luego? ¿y luego? Yo responderé con un silencio, un beso en la mejilla y dormiré. Te diré que te quiero, que te querré en la mañana, y que lo que hoy te diga, será pasado. ¿Me querrás? Te diré que no lo recordarás ni te importará. Pero no es sacrificio, porque hoy, te tengo; no te necesito cuando te siento.

Te diré...que si fuera mañana,
si el presente y el futuro 
fueran dos cosas diferentes, 
entonces esperaría el momento adecuado.

Para bien o para mal...ese momento
no existe. Todo se actualiza. 
Entonces, te digo, sinceramente,
con todo y mi rostro sonrojado,

que te quiero. Tómalo como una
insinuación; tómalo como un 
sí pero no. Tómalo, en últimas,

como un hombre que te escribe
en el cuerpo: sólo por el placer
de escribirte.

domingo, 22 de julio de 2012

Me hacía daño estar cerca...
bastaban unos minutos a su lado para
sentirme a un tiempo feliz y desdichado.
Esperar un poco, acostumbrarme a su ausencia,
y luego sentir que estaba enamorado,
de su imagen, del recuerdo.
De lo imposible.

Creía amar y lo creía sinceramente.
El orgullo, la vanidad, y sobretodo el compromiso
me tuvieron conectado a un respirador artificial.
Postrado en la cama, viendo la vida pasar;
sin poder dormir, sin poder hablar.

En convalecencia me enteré de cosas que no habría
querido saber con tal detalle.
Me escribió una carta sincera como dolorosa,
una carta que no debí leer jamás, pero que leí
de todas formas.

Me hace daño estar cerca y se lo hago saber.
Me hace daño porque no es constante, porque
no puedo contar con su presencia, con su tiempo,
con sus palabras.

Pero cada vez que está cerca, cada vez que toca
mi mano, el mundo, con sus ojos, parece tener
sentido.
Contigo, cariño, todo tiene sentido, y olvido
que hay algo decididamente mal hecho en el
mundo.

Me haces daño, mi amor. Me muestras
el paisaje, el poema; mas nunca te quedas
a verlo conmigo. Y los que hago para ti
ni los miras ni los oyes.
¿Para qué la belleza si no hay el amor?

Algo que me alivia es que ya no
te sueño, ni te miro ni te pienso...Pero te recuerdo.
Y dueles como un astilla clavada en mi corazón.
Dueles hasta hacer las lágrimas saltar a su antojo
y discreción.


viernes, 20 de julio de 2012

The blessed by W.B. Yeats (original and translated)


    Cumhal called out, bending his head,
    Till Dathi came and stood,
    With a blink in his eyes, at the cave-mouth,
    Between the wind and the wood.
       And Cumhal said, bending his knees,
      'I have come by the windy way
      To gather the half of your blessedness
      And learn to pray when you pray.


      I can bring you salmon out of the streams
      And heron out of the skies.'
      But Dathi folded his hands and smiled
      With the secrets of God in his eyes.


      And Cumhal saw like a drifting smoke
      All manner of blessed souls,
      Women and children, young men with books,
      And old men with croziers and stoles.


      Praise God and God's Mother, Dathi said,'
      For God and God's Mother have sent
      The blessedest souls that walk in the world
      To fill your heart with content.'


      And which is the blessedest,' Cumhal said,
      'Where all are comely and good?
      Is it these that with golden thuribles
      Are singing about the wood?'


      'My eyes are blinking,' Dathi said,
      'With the secrets of God half blind,
      But I can see where the wind goes
      And follow the way of the wind; 


      'And blessedness goes where the wind goes,
      And when it is gone we are dead;
      I see the blessedest soul in the world
      And he nods a drunken head.


      'O blessedness comes in the night and the day
      And whither the wise heart knows;
      And one has seen in the redness of wine
      The Incorruptible Rose,


      'That drowsily drops faint leaves on him
      And the sweetness of desire,
      While time and the world are ebbing away
      In twilights of dew and of fire.'


      Bienaventuranza (Versión en español.)

      Cumhal gritó, meneando la cabeza,
      Hasta que Dathi llegó y se detuvo,
      Con un destello en sus ojos, en la conmisura de los labios
      Entre el viento y la madera.

      Y Cumhal dijo, incándose de rodillas
      "He venido por la vía del viento
      Para reunir la mitad de tu bienaventuranza
      Y a aprender a orar mientras oras.

      Puedo darte salmón sacado de las corrientes
      Y garza sacada de los cielos".
      Mas Dathi plegó sus manos y sonrió
      Con el secreto de Dios en sus ojos.

      Y Cumhal vio como un humo a la deriva
      Toda clase de almas benditas,
      Mujeres y niños, jovenes con libros,
      Y hombres viejos con báculos y chales.

      "Alabanza a Dios y a la madre de Dios", dijo Dathi,
      "Por Dios y la madre de Dios han enviado 
      Las almas mas dichosas que caminan en el mundo
      Para llenar el corazón de gozo".

      "¿Y cuál es la más dichosa?", dijo Cumhal,
      "¿Dónde todos son dichosos y hermosos?
      ¿Es a estos que con incensarios de oro
      Está cantando sobre la madera?"

      "Mis ojos parpadean", dijo Dathi,
      "Con los secretos de Dios medio ciego,
      Pero puedo ver donde va el viento
      Y seguir la vía del viento;

      Y la bienaventuranza va donde el viento va,
      Y cuando este se va estamos muertos;
      Veo la más bendita de las almas en el mundo
      Y él asiente con la cabeza ebria.

      Oh, la bienvanturanza viene en la noche y en el día
      Y hacia donde conoce el sabio corazón;
      Y quien ha visto en la rojez del vino,
      La Rosa Incorruptible,

      Que soñolienta deja caer hojas sobre él
      Y la dulzura del deseo,
      Mientras el tiempo y el mundo están menguando
      En ocasos de rocío y fuego".

      Se fuerte y muere.


      Respira profundo mientras tus pulmones funcionen como deben.
      No sonrías si no eres sincero; di lo que piensas sin temor.
      Busca en tu propio corazón las historias que serán
      el futuro de tu vida; inventa, que no te pasará nada malo.
      Sueña, que igual despertarás una que otra vez.
      Sé duro y sé honesto. No abraces ni felicites ni alabes cuando no te creas.
      No des jamás consejos. Vive la vida. No escribas si no lo necesitas. 
      (Hay personas que no pueden vivir sin escribir. O viven para escribir).

      Cuéntale cuentos a la persona que amas. Olvídate de lo que eres 
      y lo que puedes llegar a ser. No te aflijas por lo que hagan los demás.
      No creas en el arte superior, ni privilegies nunca concepciones
      exageradas de la vida, el arte y todo lo que huela a creaciones divinas.
      La divinidad es asunto de santos no de hombres, así que no te tomes demasiado
      en serio lo que sea que te dediques a hacer, aunque hazlo con el amor
      que se requiere.

      Recuerda siempre que la vida te dará de lo que le des, que el
      mundo es tuyo y no te pertenece. Ten presente que estamos
      aquí por un día o dos, y eso es todo. No te canses de ti.
      Para eso, cambia siempre, no temas. Cambia todo lo que quieras.
      Llora. No pienses. Piensa. Sé. Vive. Muere.

      jueves, 19 de julio de 2012

      What a wonderful world


      "En un mundo astillado hay que atender a las astillas" Geertz

      Jorge se sentó jungo a Sara, y observaban desde un parque lo que ocurría en el mundo, sentados en una silla, teniéndose únicamente el uno al otro. El sol brillaba, iluminaba todo el lugar. Estaban en la silla universal, desde un lugar donde podían verlo todo, hacerlo todo, tenerlo todo. Y sin embargo, pese a las posibilidades lo único que había era muerte y destrucción por todas partes. En el fondo ellos ya lo sabían.

      -¿Ahora a donde, Sara?, preguntaba Jorge, quien un poco entristecido miraba las guerras, los insultos y la debacle universal de todo cuanto ocurría entre nosotros. -A Irlanda-, dijo Sara, con una sonrisa.

      Quería animarlo, quería hacerlo sentir satisfecho pese a todo. En algún momento todo aquello habría de terminar, pero ¿cuando?, si siempre habían visto lo mismo. Entonces sin palabras se dijeron lo que habían de decirse y emprendieron la marcha. En Irlanda la cosa no iba mucho mejor; tampoco en Francia, España, Dinamarca, Suecia y Finlandia. Todos los lugares del mundo estaban derrumbándose. Dice entonces Sara que lo mejor sería cantar.

      -Las canciones siempre animan-, dice.

      Cantan war de bob marly. Cantan what a wonderful world de Armstrong. Cantan y ponen a cantar a la humanidad, que se identifica con el canto de las mismas canciones. No se reconocen como hermanos, pero al menos tienen la intención de intentar reconocerse como tales y dejar de matarse. O matarse dignamente, pero hacer por fin algo que se le pueda llamar humano. Y así, cada persona de este mundo emprende su propia búsqueda, se sienta en esa silla y ve lo que quiere ver, que dará igual. Luego de eso podrá cantar. No es lícito cantar si no se ha sufrido. El crimen, la vejación, todo eso es preocupante. 'Quizá habría que humanizar el conflicto', piensa Jorge. Sara, que lo acompaña hasta en sus pensamientos sonríe y le dice:

      -No sueñes con pendejadas. Eso no va a pasar; somos lo que somos y ya esta.
      -Es solo que desearía que no nos matáramos entre nosotros. Eso es todo.

      Sin embargo, Sara tiene razón. Las mujeres siempre tienen los pies en la tierra. Una vez más, ambos se sientan, sonríen. Van atrás en el tiempo, justo antes del estallido de la guerra.

      -¿Recuerdas? Qué pequeños que eramos. Entonces teníamos miedo, y ahora, míranos, qué valientes que somos.
      -Pero la valentía no se hereda, corazón.

      Jorge se pone cabisbajo, por lo que Sara lo mira a los ojos, le toma la mano y agrega:

      -no hay nada que no deba ser vivido, ¿recuerdas? Lo escribiste en tu poema, ese que me mostraste el otro día: "hay que serlo todo, angel y demonio, asesino y asesinado, es la vida..."

      -Lo recuerdo: "...esa vida que pide a gritos ser vivida/ esa muerte que no escapa y nos muestra la agonía./ Vida y muerte que son el mismo ciclo/ y reclaman la presencia de nuestra existencia,/ allí donde todo nace y muere: la fuente". Claro que lo recuerdo. Pero eso es precisamente lo que no me gusta del arte y la filosofía. Esa sublimación y justificación de ideas simples traducidas en hechos simples. Yo no peleo con el asesino, con el violador. Solo pongo más atención a quien ha sido asesinado, a quien ha sido violado, a la víctima. Que todos nos perdonemos, sí; que todos seamos hermanos, jamás. No soy tan loco para desear semejante tontería. Deseo paz. Hay que serlo todo, sí. Pero eso no da ningún derecho para atentar contra los demás. Ese pirncipio es lo que hace que yo no sea posible como ser humano, porque serlo todo es serlo todo, y yo no estoy dispuesto a ser un asesino para vivir.

      -No lo seas, pero deja a los demás serlo. Si quieren matar, que lo hagan. Y eso no es justificar cosas simples. Pero igual entiendo que te duela, es tu forma de vivirlo...está bien, sufre si quieres, observa todo lo que quieras a los que sufren, siente... Eso es tu forma de vivir.

      -No, no es mi manera de vivir. No sufro por esto, doy por sentada la miseria en el mundo. Pero no es miseria, es el sentimiento que nos impulsa a ser como somos. En el fondo sonrío, somos siempre tan ingenuos. Parece que no hemos empezado el primera capítulo. ¿Sabes qué? Tienes razón. No deseamos aun el amor como especie, o género, o como queraís. Pero podemos empezar a escribir la primera línea, ¿no te parece? Tú y yo, escribiremos ese mágico érase una vez y continuaremos otra vez. Sin lagrimeos, sin pendejadas, sin mentiras ni secretos. Tú y yo. ¿Qué dices?

      -Digo que sí, yo no me pienso negar...

      lunes, 16 de julio de 2012

      ...


      Estas vanas sutilezas no tienen un título que exprese con propiedad lo que quiere decirse. En todo caso, no me pareció apropiado apodarlo precisamente "vanas sutilezas" por lo inseguro de dicho título. Hay, eso sí, una necesidad de expresar con propiedad algo. Este puede servir de esbozo...literario, digamos. Por eso el final de crítico literario, aunque eliminando todo sentido crítico y dejando paso al regusto personal o individual.


      ***

      Hay varios motivos para expresar. Hay un impulso inicial que hace que eso sea posible. Un sueño, una larga meditación, un soplo divino, qué se yo. Soy escritor y jamás he podido dar con el chiste de ese asunto. A veces algo me ocurre y sé perfectamente que podría vivir sin ponerlo por escrito, pero siempre me descubro traicionándome a mí mismo y lo escribo en mi mente. Entonces no quiero hacer la triquiñuela de Pirandello y dejarlo ahí, y prefiero ponerlo por escrito. Hay una especie de placer, pero no es propiamente placer de consumo, es otra cosa. Es un placer inteligente, egoísta, egocéntrico, seguramente, pero inteligente al fin y al cabo. Es como si a veces creyera que por escribir ayudaría a alguien a sentirse mejor, lo haría olvidar sus problemas o le ayudaría a enfrentarlos con el valor que requiere. Por eso quizá mi primer gran amor en literatura y mi autor de cabecera fue Dostoievski. Ese señor conseguía ponerme en aprietos, con sus preguntas y cuestionamientos, hechos de manera en que solo un hombre sabio puede hacer: sin juzgar. Junto a él se encontraba Nietzsche, Kierkegaard (siempre lloré leyendo el prefacio de 'Temor y temblor') y Cortázar. Un poco más allá me dejé seducir por la sabiduría de San Agustín, a quien también admiré mucho en mi adolescencia (aun hoy siento mucho respeto por él, pero ya sin el fervor de la juventud). Todos ellos tenían en común temores religiosos, juntados con preocupaciones existenciales y con la creación de ídolos. Pensé en explorar mi propia vida, en descubrir qué clase de clichés, qué clase de sentimiento propio estaba extrapolando yo para con ellos. De una u otra manera, quien conozca a esos autores encontrará muchos matices en que se asemejan (las paralelas se tocan en el infinito), pero yo no me parecía a ellos. Quería 'ser como'ellos. Compartía las preguntas de Dostoievski, adoraba el estilo de Nietzsche, veneraba la pulcritud de los textos de Kierkegaard y me sentía maravillado por la ternura y simpleza de Cortázar, todo ello junto a San Agustín, quien escribía tan precioso para su tiempo, como un adelantado. Sin embargo, fue Henry Miller quien me despertó de ese embrujo de querer escribir como otros. Fue él quien me mostró que era posible equilibrar la admiración de los maestros con la intención de hacer un propio camino. El camino, antes de crear, era creer: en uno, en sus propios criterios, en su propia fuerza y en el despliegue y la capacidad de desbordar situaciones. Entonces cesó la admiración. Para entonces ya bordeaba los veintitantos, y ya no era tan impresionable como antes. Ahí me decidí a perder el miedo y publicar cosas. Mis primeros textos eran música hecha letras. Eran demasiado sensibleros y llorones como para ser publicados. Pese a ello los publiqué, creo que porque eran textos enfermizos que pretendían ser gaza y curar las heridas que tenía acumuladas hasta entonces (dijo Henry Miller una vez: "un escritor escribe para sacar todo el veneno que ha acumulado durante el tiempo en que ha vivido en un mundo falso, un mundo que no es el suyo"). 


      ***

      Al final nadie puede salvarte de tu destino -si es que ya lo conoces y lo has elegido. Si vives en la deliciosa ignorancia de lo que pasará, es probable que vivas muchos años, llegues a viejo y disfrutes cada vivencia como una deliciosa fruta, justo como yo-. En todo caso aún no estoy muy seguro de si mientras escribía y componía cosas era agradable ver morir a mis amigos y todo a mi alrededor. Es cierto que ellos me inspiraban cosas, y fue gracias a esas inevitables pérdidas en la vida de cualquier hombre las que me hicieron mejorar lo que -ahora sí- puede llamarse mi arte. Al fin había aprendido a alejarme de la poesía, y hasta había empezado a escribir cuenticos, para chicas, para amigos muertos, para cantantes que conocí. En fin que no destaqué mucho en ningún campo pero me hice un nombre a fuerza de publicaciones; era eso o lagartear por ahí, algo que no iba a resultar jamás dada mi personalidad. Pero nadie te salva de tu destino, esa es la clave. Si acaso encuentras que has de hacer algo en tu vida entonces terminas por hacerlo de uno u otro modo, vaya uno a saber por qué. Es probable que sea coincidencia, o que así como hay personas que somatizan y sus males las haya las que somaticen sus objetivos. Es probable. A estas alturas de la vida no se preocupa uno demasiado por saber lo inevitable, más bien la preocupación desaparece y lo que queda es un esfuerzo más bien explicativo que interpretativo. Decir por qué las cosas ocurren como ocurren. Obviamente que estas cosas no pueden despacharse de un solo golpe como se suele hacer con lo que no se entiende. Yo creo tener razones para pensar que todo lo que ocurre son decisiones colectivas. Y creo que habría que saber responder a esas decisiones con otras decisiones, siempre colectivas. Los sociólogos se lamentan de estas cosas, pero entre más pasa el tiempo más se acostumbra uno a la maldad, y entonces termina dando por sentado la crueldad, la barbarie y la violencia. Antropológicamente también nos pertenecen, y aun no hay hombre suficientemente sabio capaz de decir si acaso esas cosas no constituyen también un ideal de 'lo humano'. Hay tantas cosas que no se saben, pero nuestro tiempo ya no quiere saber muchas cosas. Quiere saber las adecuadas, quiere saber bien, y quiere amar.

      En ese caso, que se joda el destino. Un hombre enamorado no se interesa por su destino, se interesa por amar y bailar esa pieza que tiene en frente con la persona que ama. Eso se entiende únicamente cuando uno hace las cosas estando perdidamente enamorado, incluido amar (porque enseña el maestro Dostoievski que enamorarse no significa amar). Al final uno puede contar las personas de las que se ha enamorado y hacer una larga lista; no así con las personas a las que amó. En mi tiempo de militancia por la fenomenología descubrí que era posible incluso enamorarse hasta por un día, lo cual, desde luego, me pareció una nimiedad. En todo caso entendí que era posible, que el cerebro construye esa clase de maquinaciones para mantenerse a salvo y protegido, para seguir la vida que llevamos sin sentirnos afectados, sea cual sea esta vida. Entonces aprendí a decirle adiós a todo, a no apegarme, a dejar ir ese enamoramiento tan corto. Los científicos le pusieron tiempo a ese asunto, pero más que un asunto de hormonas es un asunto de decisión y de intención. Una vez, por ejemplo, me cansé de estar enamorado. Seguramente cuando me cansé ya no lo estaba, pero la cosa es que con esa persona ya no podía componer ni escribir, y llegado el momento, cuando tuve que tomar la decisión, elegí la creación. No me veía sentado, esperando encontrar un disfrute pleno en la contemplación de algo. En cierto sentido era y sigo siendo un hombre de acción. De acción a medio empezar y a medio terminar, pero de acción al fin y al cabo. Además no logro concebir la sublevación de ideales demasiado altos, como ese de la contemplación por el disfrute, el arte por el arte, o cualquier cosa desinteresada. Que en la creación haya deseo implica ya que no puede haber desinterés propiamente dicho. Habrá desapego, desterritorialización (Delueze), pero no desinterés. Por eso es que no pude seguir con esa persona.

      (Comoquiera que haya sido, aun me sigo preguntando qué habría pasado si hubiera tomado la otra decisión. Me da algún tipo de curiosidad pensar qué habría sido de mi vida su hubiera sido del otro modo, si quizá alguna vez hubiera eliminado mi necesidad de expresarme como lo hago, si habría sido capaz de erradicar impulsos literarios. Creo que no. Creo que la decisión fue correcta, y tampoco invierto mucho tiempo en esto. Son reflexiones que ocurren a veces, como pensar qué habría sido de España si no hubiera sacado a judíos y árabes en la Edad Media, si sería quizá el territorio más importante y avanzado cultural y económicamente, si se hubiera perpetuado la paz de las religiones más importantes del mundo en ese territorio donde convivieron alguna vez. Luego recuerdo que voy tarde a una cita y dejo a un lado ese impulso reflexivo para retomarlo más tarde, en otro punto y sin ninguna ilación continuar con el relato.)


      ***

      Para ser honesto, habría que concebir todo lo que ocurre como eso, como un todo, como una causa y una consecuencia perenne. Entre más personas a tu alrededor mueren, más comprendes el valor de la vida ("se piensa en la muerte cuando no se está seguro de la vida". Jodorowsky), la importancia y relatividad de la muerte, la fugacidad de la vida y el significado de la risa. Entre más viejo me hice más me reía, todo parecía más pequeño y distante. Entonces vinieron los problemas. Asumir a fondo una actitud de ese tipo es pernicioso como pocas cosas en la vida. Asumir que nada es tan importante como para ser realmente tenido en cuenta puede ser la cosa más problemática de este mundo. Un verdadero artista, un gran sabio, esos hombres comprenden la importancia de la vida y no le quitan valor, como a primera vista se piensa. Lo que hacen es que aprenden a sopesar cargas, a sobrellevar tristezas y nostalgias, a pensar que el mundo no es malo por naturaleza sino ignorante, y que un día seremos capaces de habitar los unos con los otros sin tanto perendengue. En mis últimos días quise hacerme sabio, pero para eso no dan cursos. Se es o no se es y eso es todo lo que queda. Me llamaba la atención saber de que iba todo ese asunto, pero no logré descubrirlo sino después, es decir, ahora, en los últimos días de los últimos días de un periodo de tantos. Y lo que comprendí fue que la sabiduría no tenía que ver con canas, sino con risas ("quien comprende la filosofía entiende la risa" Ibid.). Al final, estallaría en una carcajada tan estridente que sonaría a grito desesperado pero sería más bien la risa de un hombre que cruzó la meta y sin darse cuenta dio un par de vueltas más. En su estupefacción encontró el alivio riéndose de sí mismo, y eso lo alivió. Así me reiría yo. Luego, un estallido del corazón.

      Así que dejé de ir a cine, dejé producir cosas, y centré la atención en mi cátedra de literatura rusa para dedicarme exclusivamente a meditar largas horas. Supongo que quería provocarme una depresión como cuando niño, solo que esta vez el nivel sería más alto. Los pensamientos eran otros, la concentración otra, preocupaciones totalmente diferentes. Entre más grande se hace uno más distracciones se requieren, porque centrar la atención mucho tiempo en uno mismo termina por hacer daño. ("cuando miras profundamente en un abismo no olvides que este mira dentro de ti" Nietzsche.) Lo bueno fue que dejé también de meterme en la vida de los demás, de dar consejos y humildes opiniones para simplemente emitir juicios -si me lo solicitaban- y guardar un absoluto mutismo. Así todo fue de maravilla, pero algo faltaba, y esa sensación me ha acompañado durante toda mi vida. La diferencia es que descubrí (o acepté, o entendí, o me resigné...) que no faltaba nada, que simplemente estaba haciendo las cosas equivocadamente. ¿Era mi destino ser escritor y músico? No lo sé, joven Rilke. Probablemente tal cosa no exista y lo que tengamos sea deberes para con nosotros mismos, como disfrutar la vida, quitarle importancia a las penas y, en fin, conseguir mejores ofertas laborales de cuando en cuando.


      ***
      Al final, uno de los personajes más importantes de análisis es Andrés Caicedo, el joven escritor colombiano que levantó la mano contra sí mismo en un acto mitad desesperado, mitad calculado, sobre su propia percepción de la vida. No me inquieta la pregunta de por qué se mató, sino otra cosa. Caicedo esperó hasta que su novela estuviera publicada para matarse y siempre me he preguntado por qué, si en todo caso sus cuentos son muchísimo mejores que su novela. Creo que tiene el valor de que fue terminada, mientras que en sus cuentos puede acusarse cierta incompletitud. Pero para qué estar lleno si va uno a sentirse vacío, tal y como él. En fin. Ya veremos. Cada quien a su camino. Está haciendo una brisa hermosa. Basta algo así para sentirse satisfecho.

      sábado, 14 de julio de 2012

      Ven...


      Ven, mujer, al alma mía.
      ¿qué no ves que está queriendo amarte?
      Ven a tocar las cuerdas de mi vida,
      a hacer sonar todas sus melodías

      (se guardan en sonetos y poesías).
      Pues si somos nosotros el uno
      más el uno, ¿por qué te vas y callas,
      por que te me pierdes entre las ramas?

      Ven a buscarme; no me dejes ir,
      que de tanto querer quererte,
      estoy sintiendo dolor en el pecho.

      El río y la vida van a su destino,
      siguen su propio ritmo;
      ¿por qué me obligas a abandonarte?

      Oración a San Antonio


      Oración a San Antonio.
      "¡Quien se abandona al desánimo 
      se ve al instante herido! ¡Despedazado! 
      ¡Desangrado! ¡blanco de vergüenza!" 
      Louis-Ferdinand Céline


      La poesía escoge sus guerreros; la guerra elige las armas.
      Guerreros y poetas solo hacen movimientos que ellos
      mismos entrevieron en sus propios sueños.
      Se ven como destino de su propia miseria y su
      atolondrado corazón. Misericordia. Y entonces 
      -solo entonces- nace la plegaria del necesitado.

      Un día como cualquiera, una noche como tantas
      habrás de encontrar el reflejo en el estanque: 
      no te aflijas por lo que eres, ni lo que serás.


      Olvidémonos de las ofensas y miremos 
      nuevamente hacia el horizonte. 
      Ni más ni menos, todos dueños de
      nuestro propio imperio.
      Dejemos el cansancio para la muerte. 
      Y la muerte ya no será una preocupación,
      ni la vida tampoco. Cuando entendamos
      sin arandelas que vida y muerte no son diferentes.


      Vuelvo a mi punto de partida, el mismo de 
      todos los demás. Vuelvo con la cara sonriente;
      agotado por lo que hice; nostálgico por lo que 
      dejo; feliz por lo que logré.
      No adoctrinaré, pediré ayuda. La ayuda
      que siempre necesita el que no 
      sabe donde pisar firme, donde ir, el 
      siguiente paso. El auxilio del perdido.


      (Todos santos, profanos, buenos, malos y torpes.
      No hay ninguna diferencia, ni siquiera
      en la manera en que se expresa.)


      Lo que es, será. Y entonces volveremos 
      el rostro al sol sin sentir que quema. Con 
      la sonrisa de un hecho que no es profundo,
      de una palabra que no es falsa,
      de un beso que no distancia,
      de una palabra que añora:
      San Antonio, el de los objetos perdidos,
      ayúdame a encontrar el camino.
      Mi camino...

      Crónica en forma de verso.


      Pero qué talento se requiere
      para la belleza y la sonrisa.
      Y con ello, qué difícil es no
      caer en la melancolía.

      Es lo que veo en tus ojos
      cuando me veo en ellos.
      Es lo que siento en esa
      epifanía constante,
      de cercanía y lejanía
      entre besos y caricias.

      Entonces me transmites
      lo que supe y quise
      olvidar:
      si he de escoger,
      prefiero arder a durar.

      Y mi llama, amor, se apaga.
      El fuego no se agota de repente;
      va desvaneciéndose, lentamente, 
      con el tiempo.

      jueves, 12 de julio de 2012

      Serendipity



      Temo que esto ya había pasado; tengo la sensación de que sé exactamente en donde terminará esto pero huyo de mi destino para ignorarlo, para no sufrir. Lo que es más...hace años me dijiste aun no es tiempo de hablar, como si también lo supieras de antemano. Temo que no soy adecuado para ti en muchos aspectos y por eso tengo mis dudas. Aunque ¡caramba!...me hubieras dicho lo que yo no sabía pero sospechaba y estaríamos en otro lugar. A veces es importante decir las cosas, ¿sabes?, par no dejar pasar otras. O precisamente para dejarlas pasar. En fin, eso no importa ahora. Como sabrás, yo siempre soñé con la escena final entre tú y yo, pero para eso tendría que mirarte a los ojos. Justo ahora...esto es como en un sueño: cuando uno sueño uno es el dueño del sueño...se adueña de algo que ya le pertenecía. En todo caso la cosa es que ... ¡vaya!, empiezo a volar otra vez. Yo no sé cómo explicar esto.

      Como te dijo, me siento de diecisiete años despertando desnudo, sin saber dónde estoy, levantándome junto a alguien a quien no conozco y esperando la llamada para que me des la respuesta que no quieres darme. Es un asunto delicado; hay que tocarlo bien, como un instrumento. Y entonces me llamas...y no dices nada. No me importa; sinceramente no me importa saber algo que ahora ya sé (no puedes olvidarlo, estamos en el pasado, esto es sólo una reconstrucción -y sin embargo, ¡duele!-), y entonces sé que yo no debería hacer lo que hago. Me pongo de pie; salgo a enfrentar la vida; puedo hacerlo; y a mitad de camino...me da miedo. Me asusta pensar que aparezcas, por eso te pregunté varias veces, porque no quería tener miedo. Ahora, años después, lo tengo.

      Es...no lo sé. Muy extraño, creo. Yo escribí cosas muy parecidas a estas una y otra vez pero no encontré el estilo adecuado (imagino que esto es también una simple reconstrucción).  En todo caso por ese lado sé exactamente lo que ocurrió, o al menos mehago una idea. Mi pregunta, simple: ¿me quiso alguna vez? Me maté la cabeza pensando en ello. No creas -volviendo al pasado-, sabía entonces -y confirmo ahora- que esto se puede despachar de un plumazo, que un sí o un no de tu boca harán muy poca diferencia. Sé esas cosas, pero es que una vez las sabes no puedes ignorarlas. El café, los parques, los besos, y dejar atrás lo que creíste era tuyo porque sabes que se tiene que quedar allá atrás; que si algo te va a esperar lo hará, y que si no, pues no. Este tipo de meditaciones no son muy conflictivas ahora, pero a veces vuelvo a ellas de cuando en cuando. Créeme -volviendo al presente- que yo no le veo el problema a lo que pasó, no ahora; lo analizo como si estuviera donde estuve. No hubo culpables; sólo voluntarios. Pero si regresas a ofrecerme lo de siempre...yo guardé esos tesoros.





      Tampoco me emborraché demasiado ni te extrañé tanto como dije (aquí es donde creo que voy a despertar para buscarte). Y cuando al fin te veo... sigo de largo. Porque tengo la seguridad que voy a encontrarte. No sé cómo ni con qué pretexto, pero te encontraré. Lo que sí me preocupa es el modo, si seré capaz de reconocerte en el resto de las vidas que me faltan (aun no tienes rasgos de japonesa). Ahora bien, yo solo estoy tomando del pelo y lo sabes, que la cosa no es tan seria, que muchas veces puedes levantarte a reírte con los amigos a pasarla bien, bien, a ir de paseo, mandar todo a paseo cuando sea necesario; reír y a llorar cuando toque, solo porque hay que estar en donde se tiene que estar. Entonces leo Rayuela y me salva la vida. Sé, después de leerlo, que no estoy tan loco pero que no estoy del todo bien, y saber ese tipo de cosas alivian la conciencia. Horacio Oliveira y la maga, que se encuentran una y otra vez por las calles de París sin ponerse una sola cita, sólo porque es el destino. Allí me olvidé del asunto pero me quedé con el problema de la voluptuosidad que te comenté alguna vez. Y siendo voluptuoso te compré un libro. Estaba dispuesto a dárselo a... para que te lo llevara (sí, ya estabas donde estas ahora) porque es muy especial para mí. Pero lo compro y ¿qué crees? lo destapo...hojeo sus páginas, una a una, y busco el momento en que supe que ya no estabas acá donde yo te necesitaba. "En última instancia amamos nuestro deseo, no lo deseado". A pocas calles de tu casa, a pocas calles de tu trabajo, a poca distancia de tu aroma, puedo ir a buscarte. Pero te meteré en problemas, harás caras, sorpresas. Y sé que regalarte ese libro es dejarte algo de mí. Por primera vez algo que es realmente mío sin haberlo escrito yo. Sonrío y sé lo que ocurrirá. Lo echo en mi mochila y lo llevo a casa en donde no lo leeré.

      Dejo de cuidarte porque no me toca. Pero ahora, mientras te escribo -y hablando un poco en serio- yo sé que yo no he dejado de cuidarte y que estaré de alguna manera. Ahora sí podrás verlo. Pero si digo tantas cosas (¡qué valentía!) es porque hay algo que nunca te perdoné –o mejor, no me perdoné a mí–: es pueril pero...yo soy pueril. Te llamo a decirte que te amo y me dices gracias (y sé las razones). Me duele pero no te odio por eso. Me odio a mí por haberte llamado. Eso es algo que...dolió. Y por eso te escribo...para perdonarme a mí. Que nadie tuvo malas intenciones pero muchas cosas que aún no sé pasaron entre nosotros. Muchísimas. También dudé de mí. ¿La quise de verdad? dije que no... Pero ¡vamos! Seguimos hablando. Sé que te casarás y me duele mucho, y no puedo evitar pensar si no hice lo suficiente, si no te quise. Pero como te digo, esto es porque estoy dolido, decepcionando, pero sobretodo porque empiezo a pensar que sí, que fui torpe y me detesto. Ahora apareces...Ahora sí que apareces. Y me da alegría, en serio. Pero sé muy bien que te volverás a ir y no puedo evitar pensar si me dirás todo (por eso los poemas, Cortázar, mis risas, mis palabras, tus sonrisas y la agresividad de tu alegría). Sinceramente me alegra. Sinceramente me siento contento, aunque no niego que a veces llueve y me gustaría ver por la ventana. Pero no lo hago. Porque no hay nada en este momento. En mis diarios escribí pensando en ti que tú necesitabas un viaje. Pero en realidad soy yo el que lo necesita...viajaré entonces. Luego de..., esto, este preámbulo tan extenso despierto totalmente y te pregunto: ¿qué sientes por mí? -Aun hay un largo silencio...

      miércoles, 11 de julio de 2012

      El amor de mi vida

      "me perderé en la angustia
      de buscarme y no encontrarme"
      Pablo Milanés.

      Una mujer me dijo un día que lo que no le gustaba de mí era que yo actuaba como si las cosas sólo pasaran. Y de hecho ha sido una verdad de esas que uno se empeña en olvidar. La odié por recordármelo, la odié porque no supo hacerme mejor. Imagino que después, como todo, se me pasó. Lo que ocurrió luego fue que tuve que contarle todas y cada una de mis aventuras amorosas o no, para terminar siempre en el mismo punto: la vida pasa. Ella era una mujer de acción, quería transformar el mundo, comérselo. Necesitaba alguien que la acompañara en ese viaje, y no sé cómo pero yo terminé por aceptar. Me hice digno de sus halagos sin cambiar nunca mi manera de ser, ese secreto que llevo adentro desde que tengo memoria y que no le confío a nadie. Por lo demás, la cosa salió bien dentro de las posibilidades que teníamos ambos.

      Yo creo saber muy bien qué me impulsó a hacerle compañía y todas esas cosas. Yo creo saber muy bien por qué opté por abrazarla cada vez que lo único que quería era alejarme y decirle “lo siento, no soy tu tipo”. Me diría “¡¿Y cómo carajos lo sabes?! ¿es qué eres yo o qué para saber lo que me gusta?" Yo sé muy bien por qué nunca fui capaz de decirle que la única razón por la que no me atrevía a amarla –ni siquiera en silencio- era porque eso sólo la comprometería y habría de pagar un precio muy alto. Lo sé, tampoco soy tan magnánimo, y parte de mí simplemente no quería arriesgarse, sufrir. Pero una vez sales de casa el riesgo es inevitable, y allí nace la vida, nace la pincelada que le da color a todo lo que no lo tenía. Terminé, pues, enamorándome, sólo para descubrir que lo único que puedo amar es esa brecha en que sólo cabe la imposibilidad de vivir.

      Ella, tan ecléctica, tan bailadora, tan soñadora, ¿cómo terminó con un hombre que no sabía bailar ni reír? Quizá ella viera otra cosa, quizá yo viera otra cosa. Pero aprendes. Vaya si eres capaz de aprender por amor. O por voluntad. Así que una vez sentí que ella estaba en su punto máximo…una vez ella lloró en mis brazos por razones que yo conocía muy bien y de las que nada tenía que ver, entonces, suplicante, pedí la fuerza al cielo para abandonarla. Dios sabe lo que me costó hacerlo, Dios sabe que esa carta que le puse en el bolso, entre sus cosas, fue la que más me costó escribir. Ya no la amo…pero cómo la amaba entonces. Cómo era de difícil la vida para mí por esos días. Así que se lo escribí, sabiendo el compromiso que ello desataba. Le dije todas y cada una de las cosas que me parecieron importantes en diez o quince líneas. La abracé. Y luego, esperé a que se fuera…otra vez.

      Entonces, ¡ay!, qué difícil. Sé que leyó mi carta, sé que la rompió, y con ella mi corazón. Ya no había nada por qué luchar. Un amante decepcionado siempre tiene el abandono de su amada como excusa para no asumir su propia vida, para no hacerse cargo. Pero dime cómo voy a ir yo por ahí buscando un consuelo imposible en una mujer que no existe. Dime cómo es que la vida se derrumba y se supone que vuelvas a empezar con la misma fuerza que la primera vez, con sonrisitas y café con leche, como si nada hubiera pasado cuando sabes que en el fondo ya no tienes razones para luchar. Como es que uno emprende y desanda el camino para descubrir lo que ya estaba allí, esa cosa que se hacía indiferente y que de pronto se vuelve la piedra filosofal, esa persona, ese momento, eso que siempre estuvo y no lo viste porque ibas de afán. Te esperé…y no me viste. Y cuando me buscaste, hace rato que esto era imposible.

      No soy un experto, pero descubrí la manera de lograr ese nuevo comienzo. Después de muchos golpes y muchas veces de estar soñando despierto, logré borrar mis recuerdos. ¿Que por qué estoy escribiendo esto entonces? Es muy fácil, lo escribo antes de tomar la decisión. Elijo la salida del cobarde, elijo la salida fácil, esa que siempre está disponible en los momentos de desesperación. Muchos dirán que no es tan fácil, que hay que tener agallas para tomar una decisión de ese talante. Es cierto, pero lo difícil de la vida es recorrerla con la memoria bajo el brazo, contándote una y otra vez lo que ya sabes, incluso, en algunos casos, insinuándote nuevas interpretaciones de historiador, nuevas maneras de ver lo que ocurrió y pensar que para la próxima las cosas cambiarán. Eso nos hace corregibles, nos hace humanos, esa capacidad de recuerdo e interpretación constante. Yo elijo no saber, elijo no querer, no elijo, en suma. Y para cuando haya terminado, estaré profundamente dormido, levantándome cada mañana sabiendo que algo me falta pero sin tener ideas ni intenciones de ir a buscarlo, sin tener pizca de ganas, siguiendo con mi vida, y con el amor de mi vida.