jueves, 19 de julio de 2012

What a wonderful world


"En un mundo astillado hay que atender a las astillas" Geertz

Jorge se sentó jungo a Sara, y observaban desde un parque lo que ocurría en el mundo, sentados en una silla, teniéndose únicamente el uno al otro. El sol brillaba, iluminaba todo el lugar. Estaban en la silla universal, desde un lugar donde podían verlo todo, hacerlo todo, tenerlo todo. Y sin embargo, pese a las posibilidades lo único que había era muerte y destrucción por todas partes. En el fondo ellos ya lo sabían.

-¿Ahora a donde, Sara?, preguntaba Jorge, quien un poco entristecido miraba las guerras, los insultos y la debacle universal de todo cuanto ocurría entre nosotros. -A Irlanda-, dijo Sara, con una sonrisa.

Quería animarlo, quería hacerlo sentir satisfecho pese a todo. En algún momento todo aquello habría de terminar, pero ¿cuando?, si siempre habían visto lo mismo. Entonces sin palabras se dijeron lo que habían de decirse y emprendieron la marcha. En Irlanda la cosa no iba mucho mejor; tampoco en Francia, España, Dinamarca, Suecia y Finlandia. Todos los lugares del mundo estaban derrumbándose. Dice entonces Sara que lo mejor sería cantar.

-Las canciones siempre animan-, dice.

Cantan war de bob marly. Cantan what a wonderful world de Armstrong. Cantan y ponen a cantar a la humanidad, que se identifica con el canto de las mismas canciones. No se reconocen como hermanos, pero al menos tienen la intención de intentar reconocerse como tales y dejar de matarse. O matarse dignamente, pero hacer por fin algo que se le pueda llamar humano. Y así, cada persona de este mundo emprende su propia búsqueda, se sienta en esa silla y ve lo que quiere ver, que dará igual. Luego de eso podrá cantar. No es lícito cantar si no se ha sufrido. El crimen, la vejación, todo eso es preocupante. 'Quizá habría que humanizar el conflicto', piensa Jorge. Sara, que lo acompaña hasta en sus pensamientos sonríe y le dice:

-No sueñes con pendejadas. Eso no va a pasar; somos lo que somos y ya esta.
-Es solo que desearía que no nos matáramos entre nosotros. Eso es todo.

Sin embargo, Sara tiene razón. Las mujeres siempre tienen los pies en la tierra. Una vez más, ambos se sientan, sonríen. Van atrás en el tiempo, justo antes del estallido de la guerra.

-¿Recuerdas? Qué pequeños que eramos. Entonces teníamos miedo, y ahora, míranos, qué valientes que somos.
-Pero la valentía no se hereda, corazón.

Jorge se pone cabisbajo, por lo que Sara lo mira a los ojos, le toma la mano y agrega:

-no hay nada que no deba ser vivido, ¿recuerdas? Lo escribiste en tu poema, ese que me mostraste el otro día: "hay que serlo todo, angel y demonio, asesino y asesinado, es la vida..."

-Lo recuerdo: "...esa vida que pide a gritos ser vivida/ esa muerte que no escapa y nos muestra la agonía./ Vida y muerte que son el mismo ciclo/ y reclaman la presencia de nuestra existencia,/ allí donde todo nace y muere: la fuente". Claro que lo recuerdo. Pero eso es precisamente lo que no me gusta del arte y la filosofía. Esa sublimación y justificación de ideas simples traducidas en hechos simples. Yo no peleo con el asesino, con el violador. Solo pongo más atención a quien ha sido asesinado, a quien ha sido violado, a la víctima. Que todos nos perdonemos, sí; que todos seamos hermanos, jamás. No soy tan loco para desear semejante tontería. Deseo paz. Hay que serlo todo, sí. Pero eso no da ningún derecho para atentar contra los demás. Ese pirncipio es lo que hace que yo no sea posible como ser humano, porque serlo todo es serlo todo, y yo no estoy dispuesto a ser un asesino para vivir.

-No lo seas, pero deja a los demás serlo. Si quieren matar, que lo hagan. Y eso no es justificar cosas simples. Pero igual entiendo que te duela, es tu forma de vivirlo...está bien, sufre si quieres, observa todo lo que quieras a los que sufren, siente... Eso es tu forma de vivir.

-No, no es mi manera de vivir. No sufro por esto, doy por sentada la miseria en el mundo. Pero no es miseria, es el sentimiento que nos impulsa a ser como somos. En el fondo sonrío, somos siempre tan ingenuos. Parece que no hemos empezado el primera capítulo. ¿Sabes qué? Tienes razón. No deseamos aun el amor como especie, o género, o como queraís. Pero podemos empezar a escribir la primera línea, ¿no te parece? Tú y yo, escribiremos ese mágico érase una vez y continuaremos otra vez. Sin lagrimeos, sin pendejadas, sin mentiras ni secretos. Tú y yo. ¿Qué dices?

-Digo que sí, yo no me pienso negar...

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