jueves, 12 de julio de 2012

Serendipity



Temo que esto ya había pasado; tengo la sensación de que sé exactamente en donde terminará esto pero huyo de mi destino para ignorarlo, para no sufrir. Lo que es más...hace años me dijiste aun no es tiempo de hablar, como si también lo supieras de antemano. Temo que no soy adecuado para ti en muchos aspectos y por eso tengo mis dudas. Aunque ¡caramba!...me hubieras dicho lo que yo no sabía pero sospechaba y estaríamos en otro lugar. A veces es importante decir las cosas, ¿sabes?, par no dejar pasar otras. O precisamente para dejarlas pasar. En fin, eso no importa ahora. Como sabrás, yo siempre soñé con la escena final entre tú y yo, pero para eso tendría que mirarte a los ojos. Justo ahora...esto es como en un sueño: cuando uno sueño uno es el dueño del sueño...se adueña de algo que ya le pertenecía. En todo caso la cosa es que ... ¡vaya!, empiezo a volar otra vez. Yo no sé cómo explicar esto.

Como te dijo, me siento de diecisiete años despertando desnudo, sin saber dónde estoy, levantándome junto a alguien a quien no conozco y esperando la llamada para que me des la respuesta que no quieres darme. Es un asunto delicado; hay que tocarlo bien, como un instrumento. Y entonces me llamas...y no dices nada. No me importa; sinceramente no me importa saber algo que ahora ya sé (no puedes olvidarlo, estamos en el pasado, esto es sólo una reconstrucción -y sin embargo, ¡duele!-), y entonces sé que yo no debería hacer lo que hago. Me pongo de pie; salgo a enfrentar la vida; puedo hacerlo; y a mitad de camino...me da miedo. Me asusta pensar que aparezcas, por eso te pregunté varias veces, porque no quería tener miedo. Ahora, años después, lo tengo.

Es...no lo sé. Muy extraño, creo. Yo escribí cosas muy parecidas a estas una y otra vez pero no encontré el estilo adecuado (imagino que esto es también una simple reconstrucción).  En todo caso por ese lado sé exactamente lo que ocurrió, o al menos mehago una idea. Mi pregunta, simple: ¿me quiso alguna vez? Me maté la cabeza pensando en ello. No creas -volviendo al pasado-, sabía entonces -y confirmo ahora- que esto se puede despachar de un plumazo, que un sí o un no de tu boca harán muy poca diferencia. Sé esas cosas, pero es que una vez las sabes no puedes ignorarlas. El café, los parques, los besos, y dejar atrás lo que creíste era tuyo porque sabes que se tiene que quedar allá atrás; que si algo te va a esperar lo hará, y que si no, pues no. Este tipo de meditaciones no son muy conflictivas ahora, pero a veces vuelvo a ellas de cuando en cuando. Créeme -volviendo al presente- que yo no le veo el problema a lo que pasó, no ahora; lo analizo como si estuviera donde estuve. No hubo culpables; sólo voluntarios. Pero si regresas a ofrecerme lo de siempre...yo guardé esos tesoros.





Tampoco me emborraché demasiado ni te extrañé tanto como dije (aquí es donde creo que voy a despertar para buscarte). Y cuando al fin te veo... sigo de largo. Porque tengo la seguridad que voy a encontrarte. No sé cómo ni con qué pretexto, pero te encontraré. Lo que sí me preocupa es el modo, si seré capaz de reconocerte en el resto de las vidas que me faltan (aun no tienes rasgos de japonesa). Ahora bien, yo solo estoy tomando del pelo y lo sabes, que la cosa no es tan seria, que muchas veces puedes levantarte a reírte con los amigos a pasarla bien, bien, a ir de paseo, mandar todo a paseo cuando sea necesario; reír y a llorar cuando toque, solo porque hay que estar en donde se tiene que estar. Entonces leo Rayuela y me salva la vida. Sé, después de leerlo, que no estoy tan loco pero que no estoy del todo bien, y saber ese tipo de cosas alivian la conciencia. Horacio Oliveira y la maga, que se encuentran una y otra vez por las calles de París sin ponerse una sola cita, sólo porque es el destino. Allí me olvidé del asunto pero me quedé con el problema de la voluptuosidad que te comenté alguna vez. Y siendo voluptuoso te compré un libro. Estaba dispuesto a dárselo a... para que te lo llevara (sí, ya estabas donde estas ahora) porque es muy especial para mí. Pero lo compro y ¿qué crees? lo destapo...hojeo sus páginas, una a una, y busco el momento en que supe que ya no estabas acá donde yo te necesitaba. "En última instancia amamos nuestro deseo, no lo deseado". A pocas calles de tu casa, a pocas calles de tu trabajo, a poca distancia de tu aroma, puedo ir a buscarte. Pero te meteré en problemas, harás caras, sorpresas. Y sé que regalarte ese libro es dejarte algo de mí. Por primera vez algo que es realmente mío sin haberlo escrito yo. Sonrío y sé lo que ocurrirá. Lo echo en mi mochila y lo llevo a casa en donde no lo leeré.

Dejo de cuidarte porque no me toca. Pero ahora, mientras te escribo -y hablando un poco en serio- yo sé que yo no he dejado de cuidarte y que estaré de alguna manera. Ahora sí podrás verlo. Pero si digo tantas cosas (¡qué valentía!) es porque hay algo que nunca te perdoné –o mejor, no me perdoné a mí–: es pueril pero...yo soy pueril. Te llamo a decirte que te amo y me dices gracias (y sé las razones). Me duele pero no te odio por eso. Me odio a mí por haberte llamado. Eso es algo que...dolió. Y por eso te escribo...para perdonarme a mí. Que nadie tuvo malas intenciones pero muchas cosas que aún no sé pasaron entre nosotros. Muchísimas. También dudé de mí. ¿La quise de verdad? dije que no... Pero ¡vamos! Seguimos hablando. Sé que te casarás y me duele mucho, y no puedo evitar pensar si no hice lo suficiente, si no te quise. Pero como te digo, esto es porque estoy dolido, decepcionando, pero sobretodo porque empiezo a pensar que sí, que fui torpe y me detesto. Ahora apareces...Ahora sí que apareces. Y me da alegría, en serio. Pero sé muy bien que te volverás a ir y no puedo evitar pensar si me dirás todo (por eso los poemas, Cortázar, mis risas, mis palabras, tus sonrisas y la agresividad de tu alegría). Sinceramente me alegra. Sinceramente me siento contento, aunque no niego que a veces llueve y me gustaría ver por la ventana. Pero no lo hago. Porque no hay nada en este momento. En mis diarios escribí pensando en ti que tú necesitabas un viaje. Pero en realidad soy yo el que lo necesita...viajaré entonces. Luego de..., esto, este preámbulo tan extenso despierto totalmente y te pregunto: ¿qué sientes por mí? -Aun hay un largo silencio...

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