Oración a San Antonio.
"¡Quien se abandona al desánimo
se ve al instante herido! ¡Despedazado!
¡Desangrado! ¡blanco de vergüenza!"
Louis-Ferdinand Céline
La poesía escoge sus guerreros; la guerra elige las armas.
Guerreros y poetas solo hacen movimientos que ellos
mismos entrevieron en sus propios sueños.
Se ven como destino de su propia miseria y su
atolondrado corazón. Misericordia. Y entonces
-solo entonces- nace la plegaria del necesitado.
Un día como cualquiera, una noche como tantas
habrás de encontrar el reflejo en el estanque:
no te aflijas por lo que eres, ni lo que serás.
Olvidémonos de las ofensas y miremos
nuevamente hacia el horizonte.
Ni más ni menos, todos dueños de
nuestro propio imperio.
Dejemos el cansancio para la muerte.
Y la muerte ya no será una preocupación,
ni la vida tampoco. Cuando entendamos
sin arandelas que vida y muerte no son diferentes.
Vuelvo a mi punto de partida, el mismo de
todos los demás. Vuelvo con la cara sonriente;
agotado por lo que hice; nostálgico por lo que
dejo; feliz por lo que logré.
No adoctrinaré, pediré ayuda. La ayuda
que siempre necesita el que no
sabe donde pisar firme, donde ir, el
siguiente paso. El auxilio del perdido.
(Todos santos, profanos, buenos, malos y torpes.
No hay ninguna diferencia, ni siquiera
en la manera en que se expresa.)
Lo que es, será. Y entonces volveremos
el rostro al sol sin sentir que quema. Con
la sonrisa de un hecho que no es profundo,
de una palabra que no es falsa,
de un beso que no distancia,
de una palabra que añora:
San Antonio, el de los objetos perdidos,
ayúdame a encontrar el camino.
Mi camino...
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